Casa nueva en el pueblo: esto es lo que no te puede faltar

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Mis raíces rurales son las que heredé de mis padres. Es decir, yo era de esos chicos que cuando iba al pueblo desde la ciudad se lo pasaba pipa. Eso sí, nunca dejaba de ser el forastero para los chicos y chicas autóctonos de ahí. Ya sabemos cómo son los pueblos. Pero no me importaba. Yo lo pasaba tan bien que me sentía como uno más. Yo creo que me sentía así por la libertad que me ofrecía estar en el pueblo. Allí no había horarios, ni reglas. Solo era cuestión de pasarlo bien. De ir donde la abuela coger el bocadillo y salir a la calle.

Por eso mi vinculación con el pueblo fue muy grande desde siempre. Nunca dejé de ir, pero es cierto que poco a poco se iban perdiendo las raíces. Algo que yo no quería que pasara. Se lo debía a mis padres, pero sobre todo a mi abuela, ella que se encargó de ser el pegamento de la familia. Una abuela de las que ya no quedan. Una de esas mujeres de campo, eternamente enlutada, iletrada pero sabia, y de la que mantengo todavía sus consejos.

Es cierto que hay otras cuestiones que no entraban en mi cabeza que pasaban en el pueblo. Por ejemplo, las pedradas eran casi un ritual antes de entrar a algunos sitios, ahora casi no quedan casi niños que tiren piedras en los pueblos. Y eso es una lástima. Pero los años pasan. Y daba entrada al mundo de los adultos,…donde la inocencia deja paso a la soberbia, a los problemas, a los malentendidos y la defensa de los intereses, aunque a veces debamos pagar el peaje de la soledad. Y así es cómo me vi yo después de muchos años, Por lo que decidí regresar al pueblo. Pensé que hay que volver al sitio donde se fue feliz. Es así, ¿no?

Una casa en ruinas

Ahora bien, las vueltas no son fáciles y más si como herencia recibes una casa casi en ruinas. Era el precio que yo tenía que pagar después de años de duro enfrentamiento con el resto de mi familia por una herencia, por una maldita herencia. Pero de eso prefiero no hablar. El tiempo ya había pasado y era momento de hacer borrón y cuenta nueva. Y lo de borrón no era una frase hecha, porque había que borrar muchas cosas. Por lo que lo primero que hicimos fue contratar a una empresa constructora para que derribara todo. Ya sabes que a veces lo mejor es dar un paso atrás para dar dos adelante. Y así ocurrió con la casa de mi abuela. Me dio pena porque era decir adiós a muchos recuerdos, pero también abrir la puerta a un mundo lleno de ilusión y de nuevas esperanzas.

Y la verdad es que hacer una casa en el pueblo no sale barata. Ahora mismo el encarecimiento de los materiales y de la mano de obra lo hace complicado. Es muy difícil encontrar albañiles de calidad, una situación que se está viviendo en el resto del país. Ya lo advirtió la Confederación Nacional de la Construcción (CNC) el 65% de las empresas del sector ve difícil encontrar personal tanto cualificado como no cualificado. Y eso al final nos afecta a todos.

Pues bien, una vez levantados de nuevos los muros, las paredes y el tejado fue el momento de decorar la casa. La verdad es que esto fue más fácil de lo pensado. Quizás porque me gusta mucho hacerlo y porque encontré en la empresa Lopsa a mi mejor aliado. Dedicada a la venta de material de fontanería, saneamiento, calefacción, azulejos, sanitarios, electrodomésticos y materiales de construcción, es decir, todo lo que necesitaba para poner en pie mi casita en el pueblo.

Lo que no puede faltar

Poco a poco fuimos dando forma a mi casa rural, donde no pueden faltar detalles muy concretos. Por ejemplo, unos baños, para mí lo más importante de una casa, donde muestro mi personalidad. Es una parte fundamental de los hogares, nuestros baños son un lugar donde mostrar nuestro estilo y sentirnos extraordinariamente cómodos.

Y por supuesto no puede faltar una chimenea, mi sueño desde chica. Las estufas son un sistema óptimo de calefacción. Y aún ahora, aunque se han impuesto otros sistemas más modernos, las estufas siguen estando muy presentes y se muestran como una alternativa económica para calentar nuestro hogar en los meses de invierno. Me encanta ir y tomarme una copa de vino frente a ella.

Y así es cómo di vida a este nuevo proyecto del que no me cansó de disfrutar.

 

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