La financiación es uno de los pilares fundamentales para la creación, el desarrollo y la consolidación de una empresa en España. Sin recursos económicos suficientes, resulta casi imposible llevar a cabo un proyecto empresarial, ya que toda actividad requiere de capital inicial para su constitución y de liquidez para su funcionamiento diario. El modo en que las empresas obtienen este dinero se conoce como formas de financiación, y en España existen diversas alternativas que responden a las diferentes necesidades de cada negocio, ya sea para poner en marcha una idea, para crecer o para superar momentos de dificultad.
Una de las formas más tradicionales es la financiación propia, que proviene de los socios fundadores o de la reinversión de los beneficios generados por la propia empresa. Cuando un negocio comienza, muchas veces son los ahorros personales de los emprendedores, junto con las aportaciones de familiares y amigos, los que permiten arrancar la actividad. Esta vía tiene la ventaja de no generar deudas con terceros, lo que da mayor independencia en la gestión, aunque también implica que los socios asumen directamente el riesgo del fracaso. A medida que el negocio se consolida, la autofinanciación adquiere un papel más relevante, ya que consiste en destinar las ganancias obtenidas a fortalecer el capital de la empresa en lugar de repartirlas como dividendos. De este modo, se crea un círculo virtuoso que permite crecer sin recurrir a agentes externos.
Sin embargo, en la práctica, la mayoría de las empresas en España necesita recurrir a financiación ajena. El sistema bancario ocupa aquí un lugar central, ya que ofrece una amplia gama de productos adaptados a las diferentes necesidades. Los préstamos tradicionales son quizá la fórmula más conocida, con plazos que pueden variar desde unos meses hasta varios años, dependiendo de si se busca cubrir gastos operativos o financiar inversiones a largo plazo. También existen líneas de crédito, que aportan flexibilidad porque la empresa solo paga intereses por el dinero que efectivamente utiliza. Además, productos como el leasing y el renting permiten disponer de bienes de equipo o vehículos sin necesidad de realizar grandes desembolsos iniciales, algo muy útil para empresas en crecimiento que requieren maquinaria o transporte. Otra herramienta habitual nos la explican desde Workcapital y es el descuento comercial, que, según nos cuentan, ofrece liquidez inmediata al adelantar el cobro de facturas pendientes de clientes.
Más allá de la banca tradicional, en España se han desarrollado vías alternativas que resultan especialmente interesantes para startups y proyectos innovadores. Entre ellas se encuentra la entrada de capital riesgo, donde sociedades especializadas invierten en empresas con alto potencial de crecimiento a cambio de una participación en el capital social. Del mismo modo, los business angels, inversores privados con experiencia empresarial, aportan dinero y en muchos casos también conocimiento y contactos estratégicos. Estas fórmulas suelen implicar la cesión de parte del control del negocio, pero a cambio proporcionan recursos que difícilmente se obtendrían en fases iniciales por canales tradicionales.
En los últimos años, el crowdfunding se ha convertido en otra herramienta relevante. Mediante plataformas digitales, los emprendedores presentan sus proyectos y reciben pequeñas aportaciones de un gran número de personas, que pueden hacerlo por interés financiero, por simpatía hacia la idea o a cambio de recompensas. Además de aportar capital, esta fórmula sirve como termómetro para medir el interés del mercado en el producto o servicio antes de lanzarlo al gran público.
El sector público también desempeña un papel importante en la financiación empresarial. El Estado, las comunidades autónomas y la Unión Europea destinan fondos para incentivar la creación de empresas, la innovación, la digitalización y la sostenibilidad. En España destacan los préstamos participativos de ENISA, dirigidos a apoyar a pymes y startups con proyectos innovadores, así como las líneas del Instituto de Crédito Oficial (ICO), que se canalizan a través de los bancos, pero con condiciones más favorables que los créditos convencionales. Además, muchas comunidades autónomas gestionan subvenciones a fondo perdido, destinadas a fomentar el empleo o a apoyar determinados sectores estratégicos.
Por último, para las empresas más grandes, la financiación en los mercados de capitales constituye otra opción. A través de la emisión de acciones, una sociedad puede captar recursos abriendo su capital a nuevos accionistas. Asimismo, es posible emitir bonos u obligaciones, lo que permite obtener financiación directamente de los inversores a cambio de pagar un interés. Aunque estas fórmulas están reservadas principalmente a compañías con cierto tamaño y solidez, forman parte del ecosistema financiero español y complementan el resto de alternativas.
Diferencia entre renting y leasing
La diferencia entre renting y leasing suele generar dudas porque ambos son mecanismos de financiación para disponer de bienes, normalmente vehículos, equipos o maquinaria, sin necesidad de comprarlos de inmediato. Sin embargo, presentan matices importantes en cuanto a su finalidad, duración y obligaciones.
El leasing es un arrendamiento financiero en el que la empresa utiliza un bien durante un periodo de tiempo pactado y paga unas cuotas periódicas que incluyen intereses. Al finalizar el contrato, existe la opción de comprar el bien mediante el pago de un valor previamente fijado. El leasing únicamente puede ofrecerlo una entidad financiera y tiene un tratamiento contable específico, puesto que se considera un endeudamiento que aparece reflejado en el balance de la empresa.
El renting, es un arrendamiento operativo, por lo que la empresa paga una cuota mensual por el uso del bien, pero no existe obligación ni opción de compra al final del contrato. El renting suele incluir servicios asociados como el mantenimiento, el seguro o la asistencia técnica, lo que lo convierte en una solución más flexible y cómoda, especialmente para compañías que no quieren comprometerse a largo plazo ni cargar con la depreciación del activo. En términos contables, el renting no se registra como endeudamiento, sino como un gasto corriente.