Cuando una está embarazada, todo cambia: el cuerpo, el humor, el apetito… incluso los dientes. Y lo peor es que casi nadie te lo cuenta.
La salud dental en el embarazo te ayuda a evitar problemas que pueden afectarte tanto a ti como a tu bebé. Así que si estás embarazada o planeas estarlo, sigue leyendo, te interesa.
Los dientes también notan el embarazo
Durante el embarazo, las hormonas suben: los niveles de estrógenos y progesterona se disparan, y eso afecta directamente a la boca.
¿Por qué? Porque esas hormonas hacen que las encías estén más sensibles y reaccionen con más fuerza ante la placa. El resultado: inflamación, sangrado y, en muchos casos, la famosa gingivitis del embarazo.
Suele aparecer entre el segundo y tercer mes. Las encías se ponen rojas, hinchadas y sangran al cepillarte. Y aunque suene alarmante, no significa que lo estés haciendo mal, es simplemente tu cuerpo diciendo “hola, estoy embarazada, y todo lo que conocías sobre higiene dental ahora es más complicado”.
Además, las náuseas y vómitos no ayudan. El ácido del estómago daña el esmalte dental, y si encima tienes antojos dulces (que casi todas tenemos), las bacterias se ponen de fiesta. Resultado: hay más riesgo de caries.
Y como si fuera poco, a veces aparece un pequeño bulto en las encías, llamado granuloma del embarazo. No es nada grave, pero sí molesto. Puede sangrar o doler, y lo normal es que desaparezca solo después del parto.
El cepillo es tu mejor amigo (aunque te dé pereza)
Durante el embarazo, lavarse los dientes puede ser una verdadera lucha interior. Entre las náuseas y el cansancio, muchas veces lo último que apetece es ponerse a cepillar. Pero créeme, vale la pena hacerlo bien.
Lo ideal es cepillarse tres veces al día, con un cepillo de cerdas suaves y una pasta con flúor. Nada de ir con prisas: dedícale un par de minutos y asegúrate de llegar a todas partes. Si te da asco el sabor de la pasta, prueba con una más suave o sin menta. Las hay más neutras y no tan intensas.
El hilo dental también es importante, aunque a muchas les dé pereza o miedo de que sangre más. Pero no usarlo sería como ducharte sin lavarte el pelo: parece que lo hiciste todo, pero no. El hilo elimina lo que el cepillo no alcanza, y eso es justo lo que evita que la placa se acumule.
Y el enjuague bucal, sí, pero sin alcohol. Hay versiones muy suaves específicas para embarazadas, y ayudan a mantener las bacterias a raya.
Un consejo que me dio una dentista —y que tiene toda la razón— es que, si vomitas con frecuencia, no te cepilles justo después: espera unos 30 minutos y enjuágate antes con agua o con un poco de bicarbonato diluido. Así neutralizas el ácido y evitas dañar el esmalte.
Lo que comes también cuenta (y mucho)
Durante el embarazo los antojos son una realidad, y no siempre son de zanahorias. Pero el exceso de azúcar no solo se nota en la báscula, también en los dientes.
Los dulces, refrescos, zumos industriales y bollería aumentan las bacterias en la boca, y eso es justo lo que provoca caries. No digo que no comas nada dulce (por favor, nadie sobreviviría así nueve meses), pero al menos intenta que no sea constante. Y cuando lo hagas, cepíllate o enjuágate después.
Por otro lado, hay alimentos que ayudan mucho. El calcio, la vitamina D y el ácido fólico son tus aliados. El calcio lo encuentras en lácteos, almendras, brócoli o sardinas; la vitamina D, en el sol y en alimentos como el pescado; y el ácido fólico en verduras de hoja verde o legumbres. Todo eso ayuda a mantener dientes y encías fuertes.
Y una cosa más: bebe agua. Mucha. La saliva es una defensa natural contra las bacterias, y cuando te deshidratas, se reduce. Mantenerte hidratada ayuda más de lo que imaginas.
Ir al dentista no da mala suerte
Hay un mito bastante absurdo: que durante el embarazo no se puede ir al dentista. Y no, no es verdad. De hecho, deberías ir.
El mejor momento para hacerlo es el primer trimestre, cuando ya sabes que estás embarazada, pero antes de que el cuerpo empiece con los grandes cambios. En esa visita te pueden hacer una limpieza y revisar si hay algo que necesita tratamiento.
Si hace falta un empaste o una limpieza profesional, el segundo trimestre suele ser el más cómodo y seguro para hacerlo. En esa etapa ya pasó el malestar inicial y todavía no llega la incomodidad de los últimos meses.
Eso sí, siempre avisa de que estás embarazada, incluso si estás solo de pocas semanas. Así el dentista puede ajustar los tratamientos o los productos que usa.
Desde La clínica dental con gran experiencia en el sector, Smileline, me explicaron en su día que muchas mujeres llegan con miedo a tratarse los dientes estando embarazadas, pero ellos recomiendan justo lo contrario: no dejar pasar el tiempo. Según dicen, evitar el dolor o la inflamación es clave para que el cuerpo esté tranquilo, porque cualquier infección bucal puede generar estrés innecesario y afectar al bienestar general.
Y tienen razón: no hay nada peor que aguantar un dolor de muela con una barriga de seis meses.
Lo que deberías evitar (por tu bien y el del bebé)
Hay cosas que parecen pequeñas, pero que conviene evitar durante el embarazo:
- No tomes medicamentos por tu cuenta. Ni analgésicos, ni antibióticos. Si te duele algo, llama al dentista o al médico. Ellos te dirán qué puedes tomar y qué no.
- No te hagas radiografías dentales, salvo que sea absolutamente necesario. Hoy en día se usan protecciones especiales, pero lo mejor es evitarlas si se puede.
- No ignores el sangrado de encías. No es “normal porque estás embarazada”. Es un signo de que algo no va del todo bien, y se puede solucionar.
- No te olvides del hilo dental. Sí, insisto, porque es lo que más se deja de lado y lo que más diferencia marca.
- No pospongas los tratamientos. Si tienes una caries o una muela rota, es mejor tratarla. Esperar hasta después del parto puede complicarlo todo.
Y aunque parezca un consejo de madre (lo es un poco), evita masticar hielo, abrir cosas con los dientes o abusar de alimentos duros. Tu esmalte ya está lo suficientemente ocupado con los cambios hormonales.
El postparto y tus dientes (sí, también hay que seguir cuidándolos)
Después del parto, la prioridad pasa a ser el bebé, y es lógico, pero eso no significa olvidarse de la boca. Las hormonas tardan un poco en estabilizarse, y si ya tuviste gingivitis o algún problema, puede tardar en mejorar.
Además, si das el pecho, el cuerpo sigue necesitando calcio y vitaminas. Así que mantener una dieta equilibrada y seguir con la rutina dental es importante.
Lo ideal es ir al dentista unos meses después del parto, sobre todo si tuviste molestias durante el embarazo. A veces quedan pequeños problemas que se pueden resolver fácilmente antes de que se hagan grandes.
Y si te quedas embarazada otra vez (sí, hay valientes que repiten pronto), cuidar la salud dental desde el principio es la mejor prevención.
Una sonrisa sana también es parte del bienestar
Puede sonar exagerado, pero tener la boca sana durante el embarazo te hace sentir mejor. Primero porque no te duele y segundo porque estás más tranquila. Dormir sin dolor, comer sin molestias, poder sonreír sin preocuparte… todo eso cuenta.
Y es curioso, porque cuando estás embarazada todo el mundo te habla de ecografías, vitaminas y nombres de bebé, pero casi nadie menciona las encías. Hasta que un día sangran y descubres que también forman parte del pack.
Cuidarse la boca no tiene misterio: cepillo, hilo, revisiones y una alimentación equilibrada. Y sobre todo, escuchar tu cuerpo. Si algo duele, molesta o sangra, no lo ignores. No es “una tontería”, ni “algo que se pasa”.
Tener una buena salud dental no es algo que queramos porque seamos caprichosos: es bienestar real. Es sentirte cómoda en tu cuerpo, sabiendo que lo estás cuidando de verdad.
Y eso, durante el embarazo, vale oro.
Cuidarte también es sonreír
Tus dientes no tienen que pasar a un segundo plano solo porque estés embarazada. Siguen ahí, trabajando, y necesitan un poco de atención extra. No hace falta obsesionarse ni gastar una fortuna en ellos: con constancia, cariño y revisiones a tiempo, basta.
Si estás en esa etapa y notas cambios en tus encías o en tu boca, no te asustes, porque a todas nos pasa. Pero haz algo al respecto, porque cuidarte también es parte del proceso de traer una nueva vida.
Así que sí: sigue con tu cepillo, tus revisiones, tu botella de agua y tus vitaminas. No te dejes llevar por los mitos ni por la pereza. Y si algún día no puedes más, al menos enjuágate y di “mañana lo haré mejor”.
Porque lo importante no es hacerlo perfecto, sino hacerlo. En este caso, nadie más que tú misma puedes hacerlo… si no es por ti, por el bien de tu bebé.