La tan mal vista bollería, se ha convertido en un enemigo al que repudiar para hacer parecer que somos más healthy y saludables. Pero ¿qué tan malo es, en realidad, el consumo de este tipo de alimentación?
Hace décadas que el consumo de este tipo de productos, esta demonizado. A este paso, no tardaremos mucho en sentir miradas asesinas en nuestra espalda mientras osamos deleitarnos con una palmera, croissant o donuts, del mismo modo que los fumadores. La sociedad condena de modo inconsciente a quien transgrede ciertas normas no escritas. Las escritas, está bien saltárselas, sea dicho de paso. De cualquier manera, estamos aquí para hablar de bollería, de su escasez nutritiva y de lo nociva que puede llegar a ser para el organismo. Así que, allá vamos, hablemos de dulces que siempre es grato. Sobre todo, para los golosos empedernidos.
Pero… ¿Quién puede resistirse a la llamada de un croissant recién hecho a nuestro paso matutino por la panadería? Es imposible resistirse a entrar en una cafetería como El Molí Pan y Café, donde cada día elaboran sus productos de forma artesanal y los hornean, para con los mil aromas que desprende, nadie pueda resistirse a entrar. Acompañar un buen café, con una buena pieza de bollería, es un capricho que conviene darse de vez en cuando.
A la hora de hablar de dulces saludables, parece que no hay mucho consenso, bueno si lo hay: todos son malos. Aquellos productos que, siendo procesados, incluyen azucares en su composición, deben ser desechados de la dieta de forma inmediata. A los detractores, no les falta razón. Este tipo de productos que no alcanzan la categoría de alimento por su débil valor nutricional, no son muy saludables ni buenos para el organismo. En primer lugar, por su procesado y reprocesado. Están tan refinados, en el peor de los sentidos, y cargados de grasas y azúcares, nada saludables que, todos los ingredientes que los componen, se convierten en una auténtica hipercalórica, cuando salen de la fábrica. Eso sí, si los pruebas, quedas atrapado en una creciente necesidad de consumo. ¿Por qué? Entre otras cosas, los aditivos que contienen y el propio azúcar que de por sí, crea su propia adicción. Por lo tanto, lo mejor, ni olerlos. La bollería industrial, fuera. Stop y out.
A que llamamos bollería industrial
Debemos distinguir claramente los diferentes tipos de bollería que podemos consumir. Por orden de preferencia de consumo, encontraríamos la bollería casera, la más recomendable, en segundo lugar, la bollería artesana que podemos encontrar en pastelerías y panaderías que, todavía elaboran sus productos de la manera tradicional y, por último, la bollería industrial.
La diferencia entre unas y otras, estriba fundamentalmente en dos aspectos: la calidad de los ingredientes y el procesado. En el caso de la bollería industrial, los ingredientes suelen ser de baja calidad, cargados de grasas poco saludables para la salud y, azúcares, poco recomendados, debido al exceso en la composición. Se trata, en resumidas cuentas, de productos con un aporte calórico elevado, cuyo exceso de calorías procede, fundamentalmente de las grasas y carbohidratos simples que lo componen. Aun sabiendo que su composición no es la adecuada, resultan productos atractivos y tentadores, debido a su sabor dulce, su palatabilidad y su fácil acceso.
Entendemos, por lo tanto, la bollería industrial como el grupo de productos que engloba diferentes tipos como: bollos, tartas, galletas, algunos cereales de desayuno, chocolatinas, etc. Es decir, todos los alimentos de procedencia industrial que tienen en común su exceso de calorías, harinas refinadas en su composición, aceites vegetales de mala calidad, grasas trans y azúcares.
Este tipo de componentes, constituyen una bomba calórica y nutricional, capaz de sacudir las arterias de cualquiera si su consumo, es elevado. La mayor característica de estos ricos e insalubres bollos y demás, es poseer la virtud de encerrar en una pequeña cantidad una dosis calórica equivalente a la de una comida completa. Cien gramos de bollería industrial, pueden suponer un tercio de las calorías totales diarias necesarias para el organismo.
Por otro lado, este exceso calórico, no supone un aporte de nutrientes al organismo, por estar compuesto por lo que se conoce como calorías vacías: muchas calorías con poca cantidad de nutrientes. Eso sí, cada gramo se acumula en diferentes partes del cuerpo en forma de grasas, como reservorio energético que nunca vas a necesitar. Las proteínas que contienen, son pocas y de baja calidad, las grasas no son saludables, ni contienen fibra, lo que hace que estos, mal llamados alimentos, sean algo a erradicar de la dieta, sobre todo, si pretendemos llevar una vida sana.
Un apunte sobre las grasas trans, ya que su desconocimiento no ayuda a entender porque son tan vilipendiadas y repudiadas. Este tipo de grasas, también conocidas como hidrogenadas, son generadas mediante procesos químicos que ofrecen una gran ventaja a la industria alimentaria: economía. Su coste inferior la convierte en el producto ideal para abaratar los mismos, sin afectar al sabor aunque si a la calidad. La industria, en un alarde de ingenio, introduce hidrógeno a ciertos ingredientes cuya grasa en estado natural, es líquido, como los aceites. Gracias a este proceso, esas grasas se solidifican antes y los productos que las llevan duran mas tiempo, resultan más apetitosos y se cocinan más rápido. Sin embargo, este hecho, influye directamente en la salud de las arterias, este tipo de grasas, son con mucho, las más nefastas para el organismo.
Otro factor determinante que convierte a la bollería industrial en algo muy similar al veneno, es el exceso de azúcar. Las cantidades ingentes de azúcares simples que llevan en su composición conllevan, incrementos de más que considerables en el nivel de insulina, lo que puede acarrear diabetes de tipo dos.
Su elevado contenido en sal y las harinas refinadas que utilizan, son otro de sus puntos fuertes. Vamos que encontrar algún punto a favor en los diferentes productos de bollería industrial que hay en el mercado, es una tarea imposible. Aunque eso, si, están muy buenos, gracias a los aceites de mala calidad que llevan, pero aportan palatabilidad y hacen que sean ricos al paladar.
A nadie le amarga un dulce
Obviamente, a nadie le amarga un dulce y mucho menos dos, o tres. Los dichos populares son muy bien venidos en este aspecto: una vez al año, no hace daño. Así es, por que de vez en cuando comas un producto de bollería industrial, no te va a pasar nada. Todo con moderación y un poco de entendimiento, es aceptable, salvo para casos concretos de personas que lo tengan total y absolutamente contraindicado. Las personas que gocen de buen estado de salud, lleven una vida sana y una dieta variada y equilibrada, no tienen porque ver su salud minada porque de vez en cuando se de el capricho.
Ahora bien, en cualquier caso, siempre existen otras opciones mucho más saludables que, aun teniendo que ser cautos con su consumo, no resultan tan alteradas y venenosas para el organismo.
Si eres de los cocinitas y a los que les gusta el trapicheo culinario, la mejor opción es hacer tus propios dulces en la intimidad de tu cocina. De este modo, te aseguras de que lleva buenos ingredientes y puedes jugar con los azúcares y grasas que añades. Incluso puedes hacer tus bollos healthy y proteicos tan de moda últimamente.
Por otro lado, si no eres manitas culinario o no te apetece montar el tinglado en tu cocina, pues la harina es un engorro si se esparcía, que luego hay que limpiar, puedes optar por comprar esas napolitanas de la pastelería de la esquina. Asegurándote de que se trata de bollería artesana, al menos podrás consumir bollería que este hecha con ingredientes de buena calidad y en cuyo procesado no influye la gran industria.
Pero ojo, que muchas de estas pastelerías, te la cuelan y ellos solo hornean sus productos. No los hacen desde cero y aquí, queridos amigos, nos la cuelan de forma irremediable. Vigila que la bollería no sea congelada porque en tal caso, estamos ante el mismo problema, disfrazado de recién hecho. Sin embargo, la composición de esos brutales croissant es tan nefasta como la del que viene en la bolsa del súper.
Cuando una pastelería, se encarga de hacer sus propias piezas desde cero, no encuentras las cajas de bollería congelada en la trastienda. Puedes encontrar sacos de harina y restos de cascara de huevo. Ahora bien, los acabados son tan similares que hay que tener mucho ojo, o mucha cara y preguntar al dependiente. Algunos de estos productos congelados listos para hornear, cuentan con una composición aceptable, todo sea dicho ya de paso, pero la mayoría, llevan la tan temida grasa hidrogenada en lugar de mantequilla. Algo en exceso sorprendente cuando se trata de hojaldre.
En cualquier caso, siempre hay algo que no falla y ese es el chocolate que, siendo puro o negro, no suele estar alterado con ingredientes engañosos. Incluso cuando se trata de chocolate con leche, su composición es cacao, azúcar y leche en polvo, sin más historia y si la hay, te están dando gato por liebre. No es bollería, pero la sustituye bien y es más saludable.